sábado, 27 de junio de 2009

PRINCIPALES PUEBLOS INDÍGENAS DE VENEZUELA

PRINCIPALES PUEBLOS INDÍGENAS DE VENEZUELA

Historia

Los indígenas que actualmente habitan Venezuela son descendientes de aquellos primeros pobladores que llegaron a nuestro territorio hace miles de años provenientes de diferentes puntos de la tierra, principalmente de Asia. Aunque somos muy parecidos unos a otros, hay diferentes maneras de ser indígena.

Por ejemplo los Yekuana y los Warao son reconocidos como excelentes navegantes y constructores de curiaras, pero habitan en lugares distantes y sus idiomas y algunas de sus costumbres son diferentes. Los Yekuana viven en la selva del Amazonas y la Guayana venezolana donde abundan los tepuyes y nacen muchos de los ríos tributarios del Orinoco. Construyen unas hermosas y grandes casas circulares de techos cónicos llamadas churuatas.

Los Warao por su parte, habitan en el Delta del Orinoco desde hace miles de años. Allí, sobre las aguas de los muchos caños que conforman el delta, levantan sus casas encima de una estructura de pilotes. Estas casas, muy parecidas a las que construyen los Añu o paraujanos en la Laguna de Sinamaica (Estado Zulia), son las que conocemos como palafitos.

Pero para todos los pueblos indígenas, así como para el resto de los venezolanos y muchas otras sociedades, el bienestar de la familia y la educación de niños y jóvenes, es lo más importante.
De acuerdo al Censo Indígena realizado en 2001, la población indígena de Venezuela son más de quinientos mil (500.000) indígenas, divididos entre unos 40 pueblos. Cuando hablamos de una etnia, un pueblo o una comunidad indígena, nos referimos a un grupo humano que posee su propio idioma, creencias y costumbres y cuyos miembros se reconocen entre sí como parientes o descendientes de un origen común.

Es importante señalar que la mayoría de nuestros pueblos y comunidades se localizan en las fronteras, en las zonas limítrofes con Brasil, Colombia y Guyana.

La Diversidad de los Pueblos Indígenas

Es difícil saber a ciencia cierta el número exacto de pueblos indígenas términos utilizados como sinónimos para el Censo Indígena que existen en el país o en cualquier otro país con poblaciones análogas. Después de largos cotejos y un complejo proceso de toma de decisiones, el Censo Indígena optó por incluir el total de 28 pueblos indígenas, pero ello no debe tomarse como verdad definitiva y absoluta sino como una buena aproximación práctica que permite la operatividad necesaria en un campo de actividades donde ocupa un lugar muy destacado el criterio demográfico, además del antropológico y lingüístico. De este modo es factible que para otros censos se llegue a trabajar con un número mayor o menor de etnias, aun en el caso de que la situación indígena global que prevalece en el país no sufra mayores alteraciones.

En efecto, sin necesidad de agregar o quitar poblaciones reales, basta con cambiar uno o varios criterios clasificatorios para que salga un número distinto de denominaciones étnicas. Como en cualquier hecho de alguna complejidad, los criterios son variados y en alguna medida divergentes y hasta contradictorios: auto identificación de las personas, identificación a partir de las poblaciones vecinas o alógenas, identificaciones hechas por especialistas y conocedores, auto denominaciones y heterodenominaciones, cultura global distintiva, alguna característica colectiva particularmente destacada; pero predomina por encima de todo la llamada Identificación lingüística, es decir, el idioma o a veces la variedad idiomática empleada por determinado grupo humano, en tanto diferente o contrastante respecto de las hablas vecinas.

No resulta difícil la escogencia inicial -a-veces casi intuitiva- de la lengua como criterio fundamental de clasificación étnica. Salvo situaciones límites, es fácil establecer cortes discretos entre sistemas lingüísticos inclusive afines. De este modo, se dice que en tal comunidad la gente habla yaruró, en la otra guajibo y en la de más allá español o cualquier otro idioma. En términos contrastivos tan simples cualquier equivocación resulta imposible. Además no parece haber rasgo alguno que sea tan fácil de precisar como un hablar característico.

Sin embargo cuando se desciende a la realidad concreta surgen complicaciones que dificultan significativamente el trabajo clasificatorio, aun utilizando un criterio aparentemente tan unívoco y transparente como lo es el lenguaje. Cuando se trata de hablas muy disímiles como el yukpa y el barí, por ejemplo, no tiene que surgir ninguna duda razonable; pero en el caso de variantes dialectales de una lengua no se da una fundamentación segura para la separación de identidades étnicas, a menos que se utilicen criterios distintos de lo lingüístico. Un caso típico es el de los guajibos y los kuivas, que han sido agrupados bajo el mismo rubro de "guajibos", más exactamente como diferentes subgrupos de guajibos, por este Censo; mientras que en otros trabajos de diversa índole los kuivas aparecen; como una población indígena particular. Es cierto que hay una ínter comprensión mutua entre unos y otros, tal vez en el mismo grado que la existente entre hablantes del español y del italiano, es decir, probablemente menos que entre el español y el portugués. En lodo caso, nadie diría que las dos poblaciones poseen un lenguaje idéntico. Al mismo tiempo, las discrepancias culturales son bastante obvias, si bien la auto denominación puede coincidir hasta cierto punto, por utilizar ambos grupos el término "jiwi" (gente). Este solo ejemplo ayuda a demostrar lo delicado que es establecer límites dentro de un continuo, como es el caso de los grandes diasistemas lingüísticos que sólo cambian gradualmente, de comunidad en comunidad o de región en región. Por ello no debería extrañamos que más adelante los guajibos y los kuivas figuren en rubros censales separados, o que se hagan otros acomodos de esta naturaleza, bien sea uniendo lo que estaba separado o viceversa.

La opinión pública no especializada desconoce hasta qué punto las lenguas indígenas son o pueden ser diferentes entre sí, aun habiendo idiomas muy parecidos por el hecho de pertenecer a una misma familia lingüística. Muchos incluso se sorprenden al informárseles que la diferencia puede ser equiparable a la que se da entre el español y el chino o entre el español y cualquier otro idioma amerindio. Desde los albores del contacto, ha habido la preocupación de agrupar y clasificar las lenguas nativas de América, y hoy día se ha llegado a un refinamiento que es imposible reflejar en una breve reseña. Dejando de lado clasificaciones más atrevidas, entre las lenguas indígenas de Venezuela están representadas las siguientes familias lingüísticas bien establecidas: arawak (baniva, baré, kurrpako, wayuu, añó, piapoko, warekena, yavjtero); caribe (akawayo, kariña, japreria, makushi, mapoyo, panare, pemón, yekuana, yukpa. yavarana) chibcha (barí); tupí-guarañí (ñengató). Las demás lenguas ubicadas en territorio venezolano se clasifican como independientes, ya que hasta la fecha ninguna investigación las incluye de manera incontrovertible en las familias fundamentadas en semejanzas sólidamente comprobadas y reconducidas a un común origen histórico.

Como subproducto lamentable de la aculturación inarmónica, ocurre en varias etnias la pérdida paulatina de la lengua materna en las nuevas generaciones. Sin embargo, este hecho no significa la separación automática de los no hablantes ni su I des identificación respecto de su matriz de origen, ya que muchas de estas personas continúan viviendo en las mismas I comunidades, comparten características culturales similares y I pertenecen a las mismas familias. Dada esa continuidad y coincidencia, así como en numerosos casos su admisión consciente por parte de los individuos involucrados, el Censo Indígena nunca ha tenido óbice en reconocer como indígenas a I los descendientes directos de hablantes de lenguas étnicas.

La situación se vuelve aún más complicada cuando se trata de comunidades históricamente rastreables como indígenas, pero ninguno de cuyos miembros conoce la lengua autóctona y a veces hasta ignora el tipo de lengua que hablaban sus ancestros. De todas maneras, muchas comunidades con tales características, sobre todo aquellas que siguen conservando importantes elementos tradicionales de raigambre amerindia, se autodefinen como indígenas, particularmente en el Oriente del país. Si bien no faltan casos en que dicha auto identificación está afincada en la posesión de antiguas tierras comunales o en un constante litigio por recuperarlas, el fenómeno de las llamadas "comunidades indígenas genéricas" no debe ser desdeñado o pasado por alto por la antropología u otras disciplinas sociales.

Al fin y al cabo, ni la lengua es el único criterio clasificatorio posible, ni existe razón alguna para asignarle a la categoría "indígena" atributos históricamente indelebles, ni mucho menos nos incumbe negarle a un grupo humano el derecho a identificarse de tal o cual manera, sobre todo si para ello aduce razones históricas contundentes. En todo caso, el problema de los "indios genéricos ", de quienes los "caribes genéricos" de Píritu del Estado Anzoátegui y otras zonas orientales constituyen un importante exponente, sigue en pie y posiblemente tenga que ser asumido por futuros censos indígenas, como ya de hecho ocurre en Brasil, Colombia y otros países de América.

Sin ánimos de agotar el tema, es significativo que tanto en Venezuela como en otras partes el término indígena ha venido ganando inclusividad en años recientes. En las condiciones actuales, es insuficiente y ahistórica la concepción estereotipada que identifica lo indio con sus manifestaciones culturales más tradicionales sin que ello signifique desconocer la legitimidad y valor simbólico de tales componentes ancestrales de cada cultura. Así como el liquilique no define necesariamente al venezolano, tampoco el guayuco o la manta guajira -de hecho una prenda de origen colonial son implementos imprescindibles para una identificación étnica.

Para concluir, hacemos hincapié en la idea de que tanto por razones estructurales como históricas es imposible y hasta innecesario postular criterios definitorios estáticos, dogmáticos e invariables para diferenciar al indígena del criollo o a las diversas etnias indígenas entre sí. Pero sí existen y son perfectamente accesibles distintos criterios diferenciadores -entre los cuales el factor lingüístico, sin ser el privilegiado, es el de más fácil aplicación- que resultan suficientes y de utilidad operativa inmediata, para definir y clasificar en forma ordenada la inmensa riqueza y variedad cultural que significa la presencia de poblaciones cuyo origen histórico remonta a tiempos previos al primer contacto con formaciones socioculturales no amerindias.

Algunos Problemas Relativos a la Trascripción de los Nombres Étnicos y de las Auto denominaciones

No hay necesidad de insistir en la complejidad inherente a la nomenclatura de las etnias indígenas, sobre todo en el decurso histórico que ha generado multitud de variantes gráficas y cambios aun más sustanciales. Por tal motivo el Censo Indígena, como cualquier trabajo profesional serio, tuvo que enfrentarse desde el principio con la tremenda dificultad de asignarle un nombre a cada etnia, sin lo cual habría resultado imposible realizar el Censo como tal, ante el cúmulo de contradicciones que hubieran surgido en cada caso.

A todas las dificultades históricamente presentes debe añadirse una de corte más reciente, la cual consiste en aplicar su auto denominación algo muy similar a la misma a un número creciente de etnias que pugnan por reivindicar todo su patrimonio cultural, incluyendo su nombre colectivo. Por ejemplo, durante .largo tiempo la gente se conformaba con la palabra "guajiro", algunos inclusive escribían "goajiro", engendro casi impronunciable, sin que nadie se percatara, sin excluir a los propios indígenas sumidos en la vergüenza étnica, de que el, verdadero nombre o auto denominación de este pueblo es wayuu. En la actualidad el Censó Indígena se ha visto forzado a admitir esta auto denominación por la actitud justificadamente beligerante de las propias organizaciones indígenas. De todos modos, durante los últimos años un número creciente de no indígenas está aprendiendo a reconocer e interpretar dicho término que ya circula profusamente en los órganos de prensa, si bien muchos se extrañan por la grafía "w", justificada en el idioma indígena mas muy poco utilizada en el español.
Para abreviar estas consideraciones, baste con constatar que ya existe un conjunto de auto denominaciones que han expulsado los anteriores nombres impuestos, de una forma virtualmente irreversible. El Censo Indígena'92, por ejemplo, habla de warao en vez de "guarao" o "guaraóno"; de pumé en vez de "yaruro "; de añó en vez de "parau jano "; de yanomami en vez de "guaica", al extremo de que este último término se tornó obsoleto. Sin embargo, con otras auto denominaciones sigue habiendo problemas, bien sea por tratarse de nombres escasamente conocidos fuera del ámbito indígena, por haber serios desacuerdos entre los mismos indígenas en cuanto a la I grafía exacta que haya de utilizarse, incluso por lo impronunciable en español que sería hasta una forma simplificada de ciertas auto denominaciones.

Tal vez, el caso más llamativo sea la auto denominación wotuja [ü' wóthiha] mediante la cual la propia etnia interesada trata de suplantar la heterodenominación piaroa. Pero sucede que prácticamente ningún "criollo" conoce dicha auto denominación, cuya pronunciación correcta es además imposible para cualquier persona no versada en lingüística. Mientras tanto, la palabra d piaroa tiene, mal que bien, una amplia aceptación en Venezuela y el exterior, de suerte que su reemplazo podría crear confusiones muy difíciles de sobrellevar y justificar en el presente momento. Es posible que a mediano plazo vaya ganando terreno el nombre: wotuja, pero aún así es dudoso si el Censo Indígena '92 o cualquier otro documento o texto destinado a circular profusamente en medios lingüísticos heterogéneos deba utilizar desde ahora una forma netamente minoritaria, por decir lo menos. Albergamos el temor de que un uso prematuro y la exagerado de las auto denominaciones, lejos de ayudar a consolidar las etnias y su cultura, sólo llegaría a convertir el tema indígena en algo más esotérico e inasible. Obviamente, en textos redactados en lenguas indígenas, las auto denominaciones tienen que figurar sin discusión posible; pero tal vez no quepa ser tan radicales en el contexto escrito del español u otras lenguas de origen europeo. Sólo hay que recordar que para decir "alemán" no usamos en español la auto denominación "deutsch" ni "syuomalainen" para decir "finlandés".

Para cerrar este punto recomendamos dar preferencia a las auto denominaciones en la medida de que hayan adquirido alguna difusión y aceptación, sin caer en un dogmatismo forzado. Por lo pronto, parece preferible emplear eñepá por panare, jiwi o jivi (existen ambas formas) por guajibo, sólo a título experimental, al menos al tanto la presencia política y cultural de es las etnias nos lleve a adoptar una decisión distinta.

Hay otro problema fundamental que debemos tocar al margen de la polémica entre auto denominaciones y heterodenominaciones. Se trata de la forma ortográfica exacta que habrá de fijarse para cada nombre étnico, al menos para efecto del Censo y otros documentos oficiales. En este particular, el uso etnográfico internacional -en buena parte establecido por autores de lengua inglesa, francesa y alemana- ha logrado difundir ciertas gracias que a veces chocan con los hábitos ortográficos más netamente hispanos o hispano latinos. Tampoco en esto es aconsejable adoptar una postura cerrada e intransigente, pero hay que reconocer que se dan ciertas tendencias muy difíciles de contrarrestar en las actuales circunstancias.

Así por ejemplo, aparte de ciertos lexemas netamente hispanizados, como la palabra caribe, por ejemplo, las denominaciones étnicas parecen poco propensas a admitir el uso de la "c" y la "q" con valor de "k", o el empleo de la secuencia "qu" con valor semiconsonántico, utilizado históricamente sobre todo en la sílaba diptongada "gu". Por tal motivo, para lograr un mínimo de coherencia y unidad de criterios, nos parece viable emplear siempre la "k" y la "w" en denominaciones como akawayo, uruak, kariña, kurripako, piapoko, warao, warekena; yekuana. En muchas versiones, algunos de estos nombres llevan un apóstrofo en representación de una oclusión glotal o saltillo () que jamás se pronuncia en la escritura hispanizada. Por tanto no nos parece procedente, escribir en contexto hispánico ka'riña, e'ñepa, ye'kuana. Tampoco parece posible ya por razones históricas, escribir "wajiro" y "wajibo", aun cuando ello permitiría una mayor homogeneización de criterios en relación con formas como wayuu y warao.

Los Kariña

Los kariña, que hoy habitan en los Estados Anzoátegui, Bolívar, Monagas y Sucre en el territorio venezolano, así como en el Esequibo, Repúblicas de Gurana, Surinam y la Guyana Francesa, son los descendientes de los famosos caribes que opusieron una larga y bastante exitosa resistencia a la conquista europea. El, nombre antiguo de este grupo étnico se utiliza además para denominar al tronco lingüístico que agrupa varios idiomas, entre ellos, el de los kariña: el tronco caribe.

Los kariña comparten con otros grupos caribe-hablantes elementos de un modelo de estructura social basado en la familia extendida, formada por un hombre casado, su esposa, sus hijos solteros y sus hijas casadas, más los maridos de éstas y sus respectivos hijos. En lo político, destacan la descentralización, ya que cada aldea o comunidades autónoma, y la figura del dopooto o "gobernador', cuyo liderazgo se fundamenta en el prestigio personal; en la extensión de su red de parentesco y en su capacidad de persuasión, puesto que sus decisiones no son coercitivas sino fruto de un amplio consenso.

La producción económica de los kariña se basa en la antigua técnica de la agricultura de conuco, la recolección estacional, la caza y la pesca. En lugares como La Mesa de Guanipa. Anzoátegui, donde se concentra un importante porcentaje de la población total de los kariña, este sistema tradicional de producción ha ido modificándose debido, entre otros factores, a la explotación petrolera y al hecho de haber quedado cercada la población kariña entre ciudades y hatos criollos.

El largo contacto de los kariña con la sociedad criolla ha originado múltiples cambios en las manifestaciones culturales que usualmente sirven para identificar a los indígenas (vestido, tecnología, vivienda, etc.).La mayor expresión de estos cambios se refleja en los kariña que han migrado a ciudades cercanas a sus comunidades de origen como El Tigre, Cantaura y Ciudad Bolívar y que allí se han ido insertando en el sistema productivo nacional.

No obstante, los kariña han logrado mantener su identidad étnica como segmento diferenciado de la sociedad nacional, su idioma, código de expresión de innumerables contenidos culturales propios, diversas costumbres sociales y creencias religiosas; así como un probado arraigo a sus tierras ancestrales.

Hoy en día, los kariña enfrentan el doble reto de su sobrevivencia cultural que implica la perpetuación de su idioma, sus costumbres y manifestaciones culturales; y de la conservación de sus tierras, constantemente invadidas por hacendados criollos.

Los Añu

Los añú o paraujano es una población indígena de filiación lingüística arawak, descendientes de los indígenas que Alonso de Ojeda y Américo Vespucci contactaron cuando sus naves entraron en el Lago de Maracaibo en 1499. Vespucci se maravilló al ver sus rancherías palafíticas características y exclamó la frase con consecuencias históricas: "Encontramos una población edificada sobre el agua como Venecia". Alfinger visitó sus rancherías en 1529 y los llamó "onoto" por su costumbre de pintarse el cuerpo.

Antiguamente, los asentamientos de los añú se hallaban a lo largo de toda la costa occidental del Lago de Maracaibo e islas de la Bahía del Tablazo. Hoy se concentran en el noroeste del Estado Zulia, tanto en rancherías palafíticas como en tierra firme: desde la Laguna de Sinamaica, ciénagas vecinas y el río Limón, hasta Carrasquero, Campo Mara y El Moján, e islas de la Bahía de Urubá; el Barrio Santa Rosa de Agua y barrios vecinos, en Maracaibo; y en la costa noroeste del Lago de Maracaibo, desde Curarire hasta la desembocadura del río Palmar.

Los añú contemporáneos son aún gente de agua y pescadores por excelencia. Según las informaciones históricas, su o organización social se asemejaba a la de sus vecinos wayúu, también lingüísticamente próximos. Hoy, con pocas excepciones, los añú han dejado de hablar su lengua y sólo hablan español. Sin embargo, junto a otros patrones culturales tradicionales, ellos conservan dos patrones importantes: la vivienda palafítica y la pesca como actividad económica principal.

La vida de la mayoría de los añú se sigue desarrollando sobre el agua, que surcan con sus canoas tradicionales y modernas embarcaciones. El pescado constituye siempre la base de su subsistencia; también lo comercializan y juegan un papel importante en su suministro al mercado regional. Igual sucede con la fabricación de embarcaciones, otra especialidad añú. . Además ellos venden un gran volumen de cocos producidos en los cocales que cultivan en las fértiles tierras ribereñas de su región.

Las pintorescas rancherías añú sobre la Laguna de Sinamaica se han, transformado en atracción turística de la región zuliana. Los paseos en lanchas por este hermoso laberinto acuático se anotan como obligatorias en el programa de todo visitante a esta región.

La población añú actual es el cuarto grupo étnico más grande del país. Esta cifra, que supera ampliamente las anteriormente asignadas a los añú, se logró determinar gracias al operativo preparado para el censo de la población wayuu, el cual barrió en forma sistemática los Municipios Mara y Maracaibo -donde los añú se encontraban dispersos- e incluía el sector poco conocido de Curarire/Río Palmar.

Los Eñepa

El grupo tradicionalmente llamado panare en la literatura etnográfica, se autodenomina e'ñepa (variante e'ñapa). De filiación caribe, ocupa hoy día un vasto territorio de alrededor de 20.000 km2 ubicado en la parte noroccidental del Estado Bolívar, con un pequeño enclave en el Estado Amazonas.

Esta ubicación es relativamente reciente. Hace aproximadamente, unos cien años, comenzaron a migrar desde la Serranía del Alto Cuchivero de donde son oriundos hacia las sabanas que se extienden entre los ríos Cuchivero, Guaniamo y Suapure, para citar sólo las principales vías de penetración fluvial de esta área.

Constituyen un grupo aún pequeño, si lo comparamos con los demás grupos caribes del Estado Bolívar. No obstante, representaba hasta hace poco tiempo una de las pueblos indígenas culturalmente más vigorosas de este estado, no sólo por encontrarse en franco crecimiento demográfico sino también por su insólita resistencia a la aculturación. En efecto, a pesar de tener contactos permanentes con la sociedad nacional desde hace un siglo, son todavía monolingües en su mayoría y muchos de ellos siguen viviendo de su economía tradicional: agricultura, pesca, caza: en menor grado debido a la escasez de la fauna en las sabana, recolección y artesanía.

Sin embargo, el desarrollo acelerado de esta región, debido a explotación minera intensiva (diamante y bausita principalmente); la construcción de extensas carreteras, en particular la que une Caicara con Puerto Ayacucho, así como la presencia misionera, han comenzado a perturbar sus creencias, hábitat aspiraciones, logrando quebrantar severamente su vigor étnico.

Los Guajibo

El pueblo guajibo está distribuido en varios sectores de una extensa área geográfica, contenida en su mayor parte en los Llanos occidentales del río Orinoco (sector occidental de los Llanos centrales a la cuenca de este río), entre los ríos Apure y Guaviare. Estos sectores son el remanente de su antiguo territorio, hoy reducido, fragmentado y compartido entre Venezuela y Colombia. Fuera de un pequeño núcleo cerca de San Juan de Manapiare y de movimientos migratorios estacionales hacia los Estados Guárico y Barinas, en Venezuela sus comunidades se ubican al Sur, Sur-Este y Nor-Oeste del Estado Apure y en los límites occidentales de los Estados Amazonas y Bolívar, en sabanas próximas al Orinoco, entre Caicara y San Fernando de Atabapo. Existe, además, una importante población guajibo en Puerto Ayacucho.

Desde las primeras expediciones de exploración y conquista en la región, a comienzos del Siglo XVI, aparecen crecientemente las referencias a este pueblo, su tenaz resistencia frente a los invasores, su alto número, amplia distribución en el área indicada y su movilidad característica en las extensas sabanas llaneras, cruzadas por ríos, bosques y morichales, que constituyen su hábitat tradicional.

Su amplia distribución, las consiguientes interrelaciones con pueblos y culturas diferentes y sus respuestas variables al cambio, han originado cierto grado de diversificación cultural y lingüística entre grupos regionales, así como una variedad de denominaciones.

El término guajibo o guahibo proviene aparentemente de una hispanización colonial del nombre que les daban otros pueblos indígenas de la región más tempranamente contactados por conquistadores y misioneros. Es la denominación más difundida de este pueblo y sus grupos en conjunto, y un sector mayoritario lo utiliza corrientemente como gentilicio en sus relaciones con la población no indígena. Se aplica más específicamente la población de la región Meta- Vichada-Orinoco, algo más sedentaria, con relación más continua con la sociedad criolla, bilingüe y con una mayor proporción de agricultura en su economía.

Hiwi o jiwi, que significa "gente" en todos los dialectos del idioma guajibo, ha sido propuesto en Venezuela como gentilicio propio y algunos de los guajibo de este país lo utilizan en este sentido. Por ser aplicable a los pueblos, como en unupihiwi, "gente de la selva" = piaroa, no parece gentilicio y su difusión como tal es mucho más restringida.

Chiricoa, término utilizado frecuentemente desde la Colonia para diversos grupos de guajibos de la región situada entre los ríos Meta y Apure, es castellanización del nombre chirikwá que les dan los pumé o yaruro. Es frecuente en esa región y parece aplicarse preferentemente a los menos sedentarios.

Sikuani, es un término guajibo de significado impreciso. Propuesto como gentilicio en Colombia, parece referirse preferentemente a la población menos sedentaria del sur del río Meta en ese país. Los guajibo de Venezuela lo rechazan por considerarlo peyorativo.

Cuiva, que tiene probablemente el mismo origen que guajibo, se refiere, no obstante, a un grupo específico del bajo Meta. Capanaparo medio y bajo Casanare, en Venezuela y Colombia. Se caracteriza, al menos desde el Siglo XIX y hasta mediados del presente siglo por sus patrones de vida de cazadores recolectores nómadas, hoy cada vez más restringidos debido a la invasión de sus tierras por los hatos ganaderos.

Amorúa designa a un pequeño grupo, bastante tradicional, del bajo Meta, especialmente cerca de su confluencia con el Orinoco, en Venezuela y Colombia.

Guajibo playera indica un grupo en vías de extinción del alto Arauca-alto Apure y existen, además, en Colombia otros dos grupos, los guayabera y los macaguane, en el alto Guaviare y en el Cravo Norte-río Ele respectivamente.

Los guajibo en conjunto desarrollaron formas altamente eficaces de adaptación al ambiente llanero, de suelos mayoritariamente pobres, con inundaciones y sequías estacionales y con recursos dispersos variables estacionalmente. Mediante ciclos ajustados a la variación estacional de los recursos, su tradicional movilidad, la diversificación interna de patrones económicos y la combinación, variable según las circunstancias de la agricultura, la caza, la pesca, la recolección y el intercambio con otros pueblos y entre sectores, sobrevivieron por siglos, pese a la Conquista, en zonas inhóspitas para quienes no las conocen como ellos.

Su versatilidad y oportunismo cultural y económico, irreductible apego a la movilidad y a la libertad y su capacidad de adoptar simultáneamente estrategias de supervivencia diferentes y variables circunstancialmente, sin perder su identidad, son características culturales de los guajibo que confundieron a sus primeros etnógrafos y "civilizadores", pero lograron su supervivencia étnica. Hoy, los guajibo son tanto cazadores recolectores como agricultores estacionales, permanentes o comerciales (incluso ganaderos en pequeña escala), obreros migratorios, marginales urbanos temporales, profesionales y empleados. Producen una parte significativa de la alimentación de Puerto Ayacucho y gran parte de la artesanía típica comercial para el turismo en Amazonas.

Si bien los guajibo más dependientes de los mercados nacionales tienden a perder una parte de su cultura propia, otros sectores la conservan en su diversidad, y la vitalidad de este pueblo sólo se ve seriamente amenazada por la depauperación ocasionada por la pérdida de tierras y recursos naturales, especialmente en zonas ganaderas y, notoriamente, en el Estado Apure.

Los Pemón

Constituidos, hoy día, en el tercer grupo indígena numéricamente más importante en el país, los pemón forman parte de la familia lingüística caribe. Su nombre se traduce como "gente" y les sirve para distinguirse de la población criolla y de otros grupos indígenas. Actualmente, habitan la región sureste del Estado Bolívar y áreas vecinas de las Republicas de Guyana y Brasil.

Los pemón se dividen en tres subgrupos, atendiendo principalmente a sus variantes dialectales: kamarokoto, taurepán y arekuna. Aunque no se pueden establecer delimitaciones geográficas rígidas, los arekuna se concentran en la zona norte del territorio pemón, mientras los taurepán se ubican hacia el sur, en dirección este-oeste en la boca del río Maurak. Los kamaracoto se encuentran en la región de Kamarata y Urimán.

La mayoría de las comunidades dé este grupo étnico están asentadas en área de sabana; en las proximidades de ríos y bosques. Son comunidades pequeñas, generalmente conformadas por casas agrupadas o dispersas, siendo la familia nuclear la base de su organización socioeconómica.

Los pemón han sido adicionalmente horticultores y utilizan el sistema de conucos para sus cultivos. También se dedica a la caza, la pesca y la cría de animales domésticos. Sin embargo, como consecuencia de la explotación minera y de la afluencia del turismo que ocurre actualmente en su área tradicional de ocupación, este grupo ha variado sus actividades económicas m tradicionales y, hoy día, también se dedica a la minería y a diversas ocupaciones en las empresas mineras de la Región de ce Guayana. Este contacto ha generado cambios en sus patrones de habitación y especialmente en sus viviendas, en las cuales incorporan, cada vez más, materiales de construcción como u zinc, asbesto, cemento y bloque.

A pesar del contacto permanente con la población criolla y el desarrollo industrial de la región, los pemón han logrado fa preservar su identidad cultural, apoyados en la perpetuación de UI su lengua, sus tradiciones culturales y el apego a sus tierras.

Los Piaroa

Los piaroa son un pueblo indígena de filiación lingüística sáliva, cuyas comunidades se encuentran dispersas en un territorio c comprendido entre Punta Piaroa en el Alto Orinoco y Los Pijiguaos en la cuenca del río Suapure.

Después de 300 años de contacto con Occidente, los piaroa muestran en su cuerpo social las trazas de su rigor. Ellos son la expresión del mestizaje de los sobrevivientes de los grupos indígenas que habitaban su actual territorio y que por un efecto de gravitación demográfica se concentraron y mezclaron con los grupos montañeses de piaroa, quienes habían logrado resistir mejor los efectos despoblado res de la colonización gracias a su dispersión demográfica y al difícil acceso de sus territorios. Por ello, uno de los perfiles más resaltantes de su conformación sociocultural es la mezcla de rasgos, que en algún momento debieron pertenecer al haber de otros grupos habitantes ya desaparecidos de su actual territorio como los maipuri, los avani, los sereu, los mabu, lo quiruba y los atures, por citar sólo los más importantes. En resumen, los piaroa son herederos de un patrimonio cultural que es el suyo y al mismo tiempo, el de todos los grupos vecinos destruidos por la colonización.

Hasta hace alrededor de unos treinta años utilizaban casi todos los elementos tradicionales de su cultura material: hermosos guayucos blancos de algodón finamente adornados, casas comunitarias de forma cónico elíptica cuyos techos de palma llegaban hasta el suelo, cerbatanas cuyas flechas eran humedecidas con el mejor curare del Amazonas venezolano, pinturas vegetales, embarcaciones monóxilas y canaletes. Hoy han cambiado mucho su cotidianidad. La gran mayoría se viste y adorna como lo hacemos sus vecinos criollos. La gran churuata tradicional es usada sólo en unas pocas comunidades, mientras el asentamiento concentrado de varias casas unifamiliares toma su lugar y se hace característico. Las cerbatanas y el curare son cada día más escasos, mientras la bácula es un instrumento obligado en el instrumental doméstico.

Los piaroa han sido considerados como los socios comerciales más con fiables y honestos del Amazonas venezolano. La actividad comercial con sus vecinos, que ha sido siempre un rasgo definitorio de la sociología de este grupo, continúa siendo un hecho cotidiano. Sin embargo, ella ha cambiado en muchos sentidos; antes era extremadamente diversificada, tanto por los ítems comprometidos en la actividad como por los renglones: instrumentos de trabajo, alimentos, ornamentos, bienes rituales, resinas y colorantes. En contraste, el comercio piaroa contemporáneo tiende cada día a restringirse más a los bienes agrícolas requeridos por las poblaciones criollas. Hoy puede decirse que una buena proporción de frutas y subproductos de la yuca consumidos en Puerto Ayacucho llegan gracias al comercio con los piaroa.

Finalmente, el hecho cultural más resaltan te de los piaroas es su negación absoluta al ejercicio de la violencia física o verbal. Severos en su auto control (cuando no median factores perturbadores como el alcohol), rigurosos y disciplinados, se horrorizan de aquel que no es capaz de domesticar sus emociones. Por ello, frente a las destemplanzas tienden a huir temerosos del peligro representado por el descontrol.

En resumen, los piaroa actuales son no sólo los herederos de ricas tradiciones sino también modelo de comportamiento frente a la violencia y activos gestores del Amazonas venezolano del futuro.

Los Pumé

Los pumé, comúnmente conocidos bajo el nombre de yaruro, constituyen una etnia aborigen de filiación lingüística aún no clasificada, cuyas comunidades se esparcen por los Llanos del estado Apure: Su existencia en esta región se conoce desde el período colonial a través de las primeras crónicas sobre su territorio escritas en el Siglo XVII.

Sus comunidades se ubican en la región central y sur del Estado Apure: se concentran cerca de los ríos Arauca y Cunaviche y particularmente en las vecindades de los ríos Capanaparo, Riccito y Sinaruco. En años recientes un pequeño número ha emigrado hacia el norte del estado, para establecerse en las inmediaciones de la carretera principal, desde Achaguas hasta San Fernando de Apure.

La gran mayoría de las comunidades tiene menos de cincuenta habitantes. La comunidad típica es pequeña, y es la constituida por varias casas agrupadas, generalmente unifamiliares, pero no es raro encontrar residencias multifamiliares las cuales parecen corresponder a un patrón que tiende a desaparecer. Las comunidades más pequeñas generalmente acostumbran estar conformadas por una sola familia extendida: un hombre casado con su esposa o esposas; sus hijos e hijas solteros, y sus hijas casadas con sus respectivos esposos e hijos.

Cada comunidad es autónoma, y es la encabezada por su capitán u oté (anciano), personaje que se destaca por su prestigio: personal, que desempeña una función social (recibir visitantes, ofrecerles comida, etc.) pero carece de autoridad real y de poder é coercitivo, y sus decisiones son resultado del consenso del grupo.

La mayoría de los pumé residen en la franja ribereña de los ríos, donde mantienen asentamientos permanentes, mientras que los que habitan en el extremo sur de su territorio, a quienes aquéllos les designan con el nombre de chu khonome, o capurachanos, se caracterizan por vivir en la sabana en asentamientos poco permanentes, repartidos en la zona interfluvial Capanaparo/Sinaruco; Los pumé ribereños practican una agricultura de tala' c y quema en el bosque de galería, y en sus conucos predomina y la yuca amarga y el maíz; pescan en los ríos y madreviejas; cazan y recolectan en el bosque de galería, la orilla de los ríos y, en menor grado, en la sabana. En contraste, los chu kholwme, mejor adaptados al medio sabanero, practican la agricultura de la tala y quema en menor escala, y se alimentan más de la caza, pesca y recolección, lo que los lleva a recorre mayores distancias en la sabana donde levantan campamentos temporales durante los meses de verano.

En las últimas décadas, los pumé se han visto obligados a compartir su territorio ancestral con la población criolla venida de los ríos Arauca y Cunaviche. La mayoría de los pumé aún conserva sus ricas tradiciones culturales. Pero con el paso del tiempo las presiones colonizadoras en sus tierras han ido aumentando y, actualmente, al verse obligados a competir con los criollos por los mismos recursos y a trabajar como peones en sus hatos, se puede decir que están perdiendo la lucha por su tierra. No cabe duda de que su carácter pacífico rasgo resaltante de su cultura, les dejó demasiado indefensos frente a los terrófagos y pone en peligro su sobrevivencia cultural.

Los Waraos

Los waraos, también conocidos como guaraúnos, habitan en los estados Delta Amacuro Sucre, Monagas, Bolívar, así como también en la República de Guyana. Estos indígenas se auto denominan warao, término que unos traducen como "dueños de la canoa" y otros como "gente sobre agua", Ambos reflejan la característica más resaltante de esta población indígena que ha desarrollado una cultura adaptada al medio ambiente acuático, siendo la curiara el elemento inseparable de su vida. Su idioma es el warao, clasificado como independiente por algunos autores, mientras otros intentan emparentarlo con el tronco chibcha.

De los pobladores del Delta del Orinoco en época prehispánica no se dispone de más información que la que nos brinda su tradición oral según la cual sus contactos con los caribes no debieron ser pacíficos, pues hasta el día de hoy les siguen temiendo. Las primeras noticias escritas sobre estos indígenas aparecen con la llegada de los europeos al continente. Los describen como gente que vivía en anegadizos, cuyas viviendas eran palafíticas, se alimentaban de la palma de moriche y eran cazadores. Pero sobre todo resalla su gran habilidad para pescar y hacer canoas.

El grueso de la población warao está asentada en la zona costera del Delta Central. Sus poblados se hallan ubicados a la orilla de los ríos y su vivienda sigue siendo el tradicional palafito sin paredes, aunque hoy día cada vez se ven más viviendas con paredes de tabla.

Los warao son pescadores por excelencia, pero también cazan, recogen frutos silvestres y, sobre todo, explotan la palma de moriche que, durante siglos fue el centro principal de su subsistencia. También cultivan algunos productos, entre los cuales destaca el ocumo chino. Estas eran y siguen siendo sus actividades básicas de subsistencia. En la actualidad, algunos warao se dedican al corte de madera y de la palma manaca que venden a los aserraderos y a las fábricas de palmito de los criollos ubicados en territorio warao. Otros trabajan como asalariados en estos mismos aserraderos y fábricas.

La familia extendida es la base de su organización social. Tradicionalmente la autoridad política la detenta el kobenajoro quien también detenta un cargo religioso. Hoy día, esta autoridad tradicional así como también la organización social y económica está en franca descomposición por la superposición de cargos oficiales impuestos por el gobierno regional, la introducción del trabajo asalariado y el cobro de sueldos por, cargos en la administración regional, que rompen con la pauta tradicional de cooperación y ayuda mutua en las tareas de subsistencia de cada familia extendida.

Como consecuencia de la intervención del caño Manamo que produjo grandes cambios en el medio ambiente, la población warao del Delta Occidental se vio obligada a migrar y vivir en un medio distinto al tradicional, hecho que provocó profundas alteraciones en su sistema de vida.

En general, la sociedad warao está sometida a un proceso acelerado de cambio que afecta todo su sistema cultural, resultado de relaciones más constantes y profundas con la sociedad envolvente. Aún así, es posible esperar que tengan reservas espirituales para enfrentar la actual coyuntura, sobre todo si cuentan con el reconocimiento, respeto y apoyo de toda' la sociedad venezolana.

Los Wayuu

Los wayuu, o guajiro, son un grupo indígena de filiación lingüística Arawak, cuyo territorio tradicional abarca la península de la Guajira. Históricamente, hasta principios de este siglo, los ríos Limón en Venezuela, y Ranchería en Colombia, constituían la frontera que separaba los temidos wayúu del mundo español y ve criollo. Hasta entonces los wayúu gozaban en su península de una verdadera autonomía política.

En el Siglo XIX se inició el traslado de mano de obra wayúu en goletas desde su península hasta el sur del Lago de Maracaibo para trabajar en las haciendas de caña de azúcar. Pero fue realmente el desarrollo de la economía petrolera en el Zulia lo que estimuló la emigración de estos indígenas hacia las tierras zulianas. En 1944, el gobierno regional construyó en Maracaibo el barrio de Zaruma para reubicar varios centenares de wayúu que se habían asentado en el norte de la ciudad. La atracción ejercida por la capital zuliana no se ha interrumpido y. hoy, más de 60.000 wayúu residen en sus barrios. Igualmente, en las últimas décadas, los wayúu se han ido estableciendo en las zonas rurales al norte de Perijá y el sur del Lago donde desempeñan un papel importante en la actividad agrícola y ganadera de estas regiones. A la vez, se ha podido observar recientemente el surgimiento de núcleos wayúu en otros centros urbanos como Barquisimeto, Valencia, Maracay y Caracas.

El hábitat tradicional de los wayúu es la península de la Guajira que se caracteriza por su aridez, acentuada por sus largos veranos y frecuentes sequías. Sin embargo, los wayúu supieron adaptarse a este ambiente difícil y subsistir mediante una agricultura de invierno, la caza, la recolección y la pesca costera. Este sistema de subsistencia tradicional se modificó muy temprano durante el período colonial con la introducción de ganado vacuno, ovino, caprino, caballar y asnal en la región por los españoles, de tal manera que a mediados del Siglo XVI ya se habla de "gran muchedumbre de ganados" en estas tierras. Actualmente, la ganadería constituye la actividad económica más importante de los wayúu en la Guajira, hoy convertidos en pastores, conjuntamente con el comercio que también se desarrolló desde la Colonia en los tiempos del contrabando practicado por los ingleses y holandeses. La movilidad del ganado constituido mayormente por rebaños de cabras, se adapta bien a este medio de vegetación escasa, pero las sequías a veces lo diezman tanto que provoca emigraciones masivas de wayúu.

En la Guajira, los wayúu viven en pequeños asentamientos de casas dispersas, cerca de un pozo de agua permanente, habitados por familias emparentadas regidas por un sistema matrilineal, cuyo jefe es generalmente el tío materno o taulala. Todos los miembros vinculados entre sí por lazos de consaguinidad por la línea materna, llamados apushi, son los parientes "de carne" y pertenecen a una casta cuyo nombre (por ejemplo, Uriana, Epieyú, Jusayú, etc.) los wayúu utilizan como nombre propio, y que suele identificarse con ciertos espacios geográficos en la península.

Los cambios ocasionados en la cultura wayúu a través de su largo contacto con la sociedad criolla han quebrantado su bien definida identidad étnica dentro del contexto nacional. Es indudable que sus fuertes vínculos familiares, la conservación de su integridad territorial y el gran tamaño de su población (295.577 en Venezuela y Colombia) son factores que los ayudaron a conservar su lengua, organización social y política, religión, y muchos otros patrones de su cultura. El futuro de esta etnia esta asegurado por la proporción significativa alcanzada por ella hoy en la población del Estado Zulia, la cual le dará un peso político que le permitirá defender sus intereses con mayor vigor.

Los Yanomami

Las comunidades indígenas yanomami viven en la selva tropical y ocupan un territorio que se extiende de ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil. Más de la mitad de los miembros de la etnia yanomami se encuentran del lado venezolano, en los Estados Amazonas y Bolívar. La sociedad, hoy día, designada bajo el nombre "yanomami" está dividida, desde un punto de vista lingüístico, en cuatro subgrupos: los yanomami", que viven esencialmente en Venezuela (Estado Amazonas); los yanomami, asentados en el Brasil; los sanema y los yanam, que se encuentran al norte de su territorio (Estado Bolívar) y que se distribuyen de ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil. Juntos constituyen la familia lingüística yanomami (o yanoama). Fueron inicialmente conocidos como waika (o guaica), guaharibos, shamatari, shiriana, etc., antes de que fuera usada su propia autodenominación. El término "yanomami" significa "ser humano", "la gente".

La vivienda es de tipo colectivo. Varias familias u hogares se reúnen para constituir una casa comunal o "shapono". Esta consiste en una serie de espacios abiertos cubiertos con palma que alberga, cada uno, varios hogares. Estos espacios cubiertos están colocados en círculo; en tomo a una plaza central a cielo abierto. Las familias pueden ser monógamas o polígamas, pero en este último caso cada esposa ocupa su propio fogón con sus hijos. Cuando se amplia la familia, se añade un fogón más cerca del cual el o los hijo (s) mayor (es) se instala(n). Se puede decir que aproximadamente la mitad de los casamientos que ocurren entre los miembros de una casa comunal se realizan dentro de la misma y la otra mitad en casas vecinas y/o casas aliadas más lejanas. El tamaño de las casas colectivas puede variar de menos de 20 personas a más de 200 personas. Las comunidades se la escinden generalmente en dos comunidades o más cuando un conflicto de importancia se desarrolla en su seno. Las familias que se separan funden otra comunidad sobre el mismo modelo, pero un poco más lejos. Esas familias pueden también unirse con otra comunidad aliada y/o instalarse a proximidad. Según su tamaño, las comunidades están guiadas por uno o varios líderes.

Cada comunidad explota un amplio territorio a fin de obtener os recursos que necesita para reproducirse mientras respeta los territorios de sus vecinos. Los yanomami construyen sus casas próximas a sus conucos y cada cuatro o cinco años se mueven para acercarse a las nuevas plantaciones: la pobreza del suelo os obliga a abrir al cultivo nuevos terrenos cada año. Cultivan esencialmente plátano, ocumo, yuca dulce, caña de azúcar, maíz y batata. Siembran, también, cambur, aguacate, lechosa, pijiguao, tabaco y algodón; este último permite la manufactura le hamacas y de la indumentaria. Para acompañar los cultígenos, cazan regularmente animales, pescan y recolectan productos de a selva. La miel es también un recurso natural muy apreciado por los yanomami. Según el ciclo estacional, no es raro que dejen sus casas y sus conucos para ir a consumir, en el sitio mismo, productos que abundan en el territorio. Se instalan, entonces, en campos de selva durante varias semanas. Sea en estos campamentos provisionales o en el shapono, la vida colectiva favorece una vida social muy intensa y muy animada.

Hoy día, el contacto permanente de los yanomami con la población criolla de la región amazónica y la invasión de garimpeiros ha causados serias modificaciones en el ambiente y, en consecuencia, en su salud y costumbres tradicionales.

Los Yekuana

El grupo indígena yekuana habita en las regiones del alto río Caura y ríos Erebato y Nichare del Estado Bolívar y el alto río Ventuari y ríos Parú, Cunucunuffla, Iguapo, Padamo y Orinoco Medio en el Estado Amazonas.

El patrón de asentamiento característico yekuana es, pues ribereño y podría decirse que disperso. Mantienen presencia en la llamada "tierra caliente", y allí privilegian más la selva que la sabana para orientar sus comunidades y conucos.

Su idioma está clasificado como perteneciente a la familia lingüística caribe. La palabra yekuana simboliza el origen común del grupo: sus ancestros de acuerdo a la tradición emergieron del Yekuana Joao, cerro ubicado en las llanuras u adyacentes al alto río Cuntinamo. A esta etnia también se la conoce comúnmente como maquiritare (término que no proviene de su lengua).

Poseen una economía mixta de horticultura y caza, dedicándose también a la pesca. La tendencia apunta a que las mujeres se identifiquen más con las labores del conuco, contando sólo la presencia masculina para la quema y el limpiado del mismo.

Es conocida su experiencia como navegantes y comerciantes a través de la red fluvial de los estados que habitan. Sus curiaras y canaletes tienen mucha demanda Por esas regiones. También se destacan en el campo artesanal, teniendo sus productos alta demanda tanto en el mercado nacional como internacional.

Tradicionalmente, los yekuana presentaban una forma de organización política descentralizada sumamente autónoma, en la cual cada comunidad contaba con la máxima autoridad del "kajishama" o "akushana", autoridad que no trascendía los límites de la misma. Con igual ascendente en lo político, la autoridad "mágico-religiosa" estaba a cargo del "jowai" o "kadeju" y del "ña tamuru". Hoy día, la heterogeneidad social, política y religiosa ha confirmado no sólo nuevas relaciones, entre comunidades, sino también nuevas comunidades. La influencia de la iglesia, tanto evangélica como católica, de alguna forma los ha dividido, y ha dado lugar a la llegada de nuevos valores, perspectivas y maneras de enfrentar el porvenir.

Los Yukpa

Los yukpa son el único grupo étnico de filiación caribe que reside en el occidente de Venezuela. Sus asentamientos se ubican en los valles de la vertiente venezolana de la Sierra de Perijá, en el Estado Zulia, desde el río Santa Rosa en el sur, hasta el alto río Guasare; ríos Palmar y Lajas en el norte.

Su presencia en esta región montañosa se registró desde la expedición de Alfinger y su hueste cuando ésta cruzo la serranía en 1630. Desde el comienzo del siglo 17 los españoles iniciaron su contacto con los yukpa con el establecimiento d encomiendas en tierras de los llamados "Marcotes". Durante el período colonial los yukpa se designaban con diferentes nombres locales: Macoa, Sabril, Aratomo, Coyamo, Chaqué, etc. En tiempos más recientes, hasta los años 60, se acostumbraba llamar "motilones mansos" a los yukpa, en oposición a sus vecinos barí, los motilones bravos, con la creencia errónea de que ambos pertenecían a la misma etnia.

El grupo étnico yukpa presenta cierta homogeneidad cultural. No obstante, el relieve muy accidentado de la Sierra de Perijá, al parecer, ha producido unas diferencias geográficas en la etnia, principalmente marcada a nivel dialectal, que han contribuido a la formación de un subgrupo diferente en prácticamente cada valle. Estas diferencias se acentúan más entre un extremo y otro en el territorio yukpa: entre los Irapa en el valle del río Tukuko, y los Japreria en los valles de los ríos Lajas, Palmar y alto Guasare, pasando por los Shaparu cerca del Tukuko, los Parirí y Wazama del río Yasa, los Rionegrinos del río Negro, y los Macoíta de los ríos Aponcito y Macoa.

Los asentamientos yukpa se distribuyen en forma dispersa en la Sierra de Perijá. Tradicionalmente, éstos eran más pequeños que en la actualidad, y estaban conformados por una familia extendida encabezada por su jefe, y agrupaban varias viviendas en cada una de las cuales habitaba una familia nuclear, Actualmente, los asentamientos son de mayor tamaño y, desde la retirada de los barí hacia el sur, muchos de ellos se han establecido en las tierras bajas al pie de la Sierra, especialmente en la misión del Tukuko y sus alrededores.

La agricultura de tala y quema sigue siendo su principal actividad de subsistencia, complementada por la caza, la pesca, la recolección y una incipiente ganadería. El maíz es el cultivo y alimento principal de los yukpa, combinado con la yuca dulce, los plátanos y los cambures, En las últimas tres décadas el cultivo del café se ha extendido por todas las comunidades, y constituye el cultivo comercial más importan le de sus familias. Los yukpa comercializan el café a través de su propia empresa cooperativa establecida en Machiques.

El contacto de los yukpa con la sociedad criolla ha producido profundos cambios en su cultura material. El surgimiento de asentamientos de gran tamaño, conformados por viviendas rurales son una expresión visible de este cambio. No obstante, los yukpa han logrado conservar una fuerte identidad cultural con su lengua, su organización social y económica y sus creencias religiosas. Los yukpa contemporáneos son más conscientes de sus derechos y, hoy, se mantienen unidos en la defensa de su unidad territorial frente a Ios proyectos de explotación de carbón en su tierra.

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